En Sweet & Dandy nunca hemos sido mucho de honrar banderas, no al menos con las connotaciones y los poderes que le confieren algunos, pero asumiendo que son una realidad y que representan cosas, nos cuesta poco decir que la bandera británica, la célebre Union Jack, es de las más bonitas que existen.
Para nosotros, su significado empieza y termina ahí, simbolizando una cultura que va más allá de la propia Inglaterra y sin lecturas políticas. Vemos en ella un icono pop, casi un logo, y como tal, no lo asociamos al unionismo ni a ideología alguna. Frivolizando un poco, ni siquiera la reivindicaríamos si no quedase bien en las parkas, pero como lo cortés no quita lo valiente, en esta entrada os contamos su historia.
La Union Jack es oficialmente la bandera del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, un nombre con pompa y boato a la altura de cualquier circunstancia. Dicha entidad política incluye a Inglaterra, Gales, Escocia y los condados norirlandeses, todos ellos territorios autónomos que se fueron uniendo entre los siglos XVI y principios del XIX en un proceso donde prevaleció la fuerza inglesa sobre la maña y en el que la bandera cambió de diseño a medida que iban entrando países.
El primer paso hacia el actual Reino Unido fue la conquista de Gales por Inglaterra, ratificada en el Estatuto de Rhuddlan (1284). Eduardo I se anexionó el país, impuso las leyes y lengua inglesas y dio muestras de su hegemonía otorgando el título de Príncipe de Gales al sucesor al trono de Inglaterra, en una práctica que se mantiene hasta nuestros días.
La bandera inglesa siguió siendo la enseña oficial del nuevo reino formado por Inglaterra y Gales, aunque el dragón rojo con el que los galeses se identificaban desde los años de la dominación romana siguió vigente y fue empleado tanto por los que luchaban contra los invasores como por los ingleses, que pretendían incorporarlo tras la conquista.
Cruz de San Jorge, bandera de Inglaterra desde 1191 y del Reino de Inglaterra y Gales desde 1284. El dragón rojo como símbolo de Gales es aún más antiguo, pero la versión actual con fondo blanco y verde data de 1959.
Los años consolidaron la autoridad inglesa, redujeron la autonomía de Gales y dieron lugar a la definitiva unificación, algo que ya era una realidad de facto, pero que se consolidó legalmente tras el Acta de Unión de 1536, ya con Enrique VIII en el trono. Éste es el rey de la reforma anglicana, la ruptura con Roma y el matrimonio con seis mujeres, dos de las cuales murieron en el cadalso, dando una de ellas su nombre al antiguo estadio del West Ham (Boleyn Ground).
Además de conquistas de todo tipo y de aparecer en la serie de Los Tudor, Enrique VIII añadió un reino nuevo a su colección, pues en 1541 se proclamó rey de Irlanda. Al igual que había ocurrido con Gales, hacía ya tiempo que la isla estaba en manos de los ingleses, por lo que Enrique VIII se limitó a ratificar este hecho elevando el rango del territorio de Señorío a Reino.
Durante casi tres siglos, Inglaterra e Irlanda compartieron monarca, pero no formaron un mismo reino. Inglaterra mandaba mediante un Lord Teniente bajo sus órdenes, pero los irlandeses tenían autonomía e instituciones propias. En lo tocante a símbolos, tampoco usaban una bandera común, pues Inglaterra y Gales mantenían la de San Jorge, mientras que el Reino de Irlanda usaba un arpa como estandarte.
Enrique VIII incorporó el arpa como símbolo de Irlanda. Aunque fue el primer soberano de la isla desde 1541, la integración en el Reino Unido no se produjo hasta 1801.
Sometidos Gales e Irlanda, solo faltaba una pieza para completar el dominio inglés en las Islas Británicas. Hablamos del Reino de Escocia.
Como todos sabemos gracias a películas como Braveheart, pictos e ingleses andaban a palos desde tiempos inmemoriales, pero el triste final de Mel Gibson nos enseñó que Inglaterra acabó llevándose el gato al agua. Pese a derrotas como la de la peli, durante los siglos siguientes Escocia mantuvo su independencia e instituciones, aunque con el aliento inglés en la nuca y varios años de monarquía conjunta.
Inglaterra y Escocia compartieron rey desde 1606, cuando Jacobo I heredó ambos tronos, pero su tentativa de unificarlos no prosperó. Sabedores de que unidad era sinónimo de hegemonía inglesa, los escoceses se resistieron, y aunque Inglaterra impuso su voluntad durante la breve República de Oliver Cromwell (1649-60), tras ella volvió la separación institucional.
Jacobo I no unificó Gran Bretaña, pero sí diseñó un emblema para sus reinos, una enseña naval que fusionaba la cruz de San Jorge inglesa con la escocesa de San Andrés. Fue bautizada popularmente con el nombre del rey, pues Jack es el diminutivo de Jacques/James/Jacobo, y desde entonces no solo designa a la bandera británica, sino a la insignia que se sitúa en la proa de un barco.
Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia no consiguió unificar sus reinos, pero sí sus banderas, dando lugar a la Union Jack, que lleva su nombre. Es la base del diseño actual, que solo ha sido modificado para incluir a Irlanda, después limitada a Irlanda del Norte.
La nueva bandera buscaba el consenso, pero al poner encima la cruz de Inglaterra, dejaba a Escocia en segundo plano, por lo que pronto surgió una versión oficiosa entre los escoceses que invertía el orden de los factores. En cualquier caso, la versión oficial fue la inglesa, y su diseño sufrió pocas variaciones hasta la actualidad.
La primera de estas versiones solo estuvo vigente durante los años de la República, e incluía un arpa para simbolizar a Irlanda, pero fue abolida tras la Restauración monárquica.
Banderas usadas durante la República y Protectorado de Cromwell (c.1650). La primera refleja la unión entre Inglaterra y Escocia; la segunda, basada en el diseño de Jacobo I, ha sido modificada para incluir a Irlanda. La tercera imagen es la versión oficiosa de la Union Jack que pone en primer plano la bandera escocesa.
Restaurada la monarquía, Escocia recuperó sus instituciones e independencia, aunque no resistió mucho tiempo el empuje inglés. Tras varios intentos fallidos a lo largo del XVII, el Parlamento escocés aprobó la Union Act en 1707, que implicaba la fusión de Inglaterra y Escocia en una nueva entidad política llamada Reino Unido de Gran Bretaña.
El último paso para llegar hasta el reino y bandera actuales tuvo lugar en 1801, cuando a instancias de un parlamento dominado por colaboracionistas ingleses, Irlanda se incorporó a la Unión y se adaptó la bandera para inlcuirla.
Desafiando los límites marcados por el espacio y por el diseño, se añadió la bandera de San Patricio al conjunto y se contribuyó al horror vacuii con gran acierto. Dicha bandera era un aspa roja con fondo blanco, por lo que coincidía en forma con la de Escocia. La solución para simultanearlas fue dividir el ancho del aspa en seis partes iguales y repartir los colores en proporción 4:2 entre el rojo irlandés y el blanco de Escocia, una decisión salomónica en la que cada país se repartía de forma alterna dos trozos de aspa con predominio de sus colores.
La actual Union Jack fusiona el diseño original de 1606 con la cruz de San Patricio, que representa a la Irlanda británica desde 1801.
Ni que decir tiene que la mayor parte de los irlandeses nunca aceptaron esta bandera para simbolizar su presencia en la Unión, pues era la usada por la Orden de San Patricio, fundada en 1783 para premiar a los nobles que participaban en la anglificación de Irlanda. Siendo estrictos, Irlanda ni siquiera aceptaba mayoritariamente la Unión, por lo que luchó contra ella hasta la independencia definitiva en 1949. Desde entonces, el Reino Unido aún conserva el dominio sobre una parte de la región norirlandesa del Ulster, por lo que la bandera de San Patricio sigue presente en la Union Jack hasta nuestros días.
Compleja como su propia historia, la bandera británica ganó popularidad coincidiendo con el declive de su país. Cuando a mediados del s.XX la hegemonía de los Estados Unidos era ya incuestionable, los jóvenes y artistas del Reino Unido mostraban con ella su resistencia a ser devorados por el gigante yanqui, en un curioso viraje histórico en el que, por vez primera, los viejos matones ingleses llevaban las de perder.