Si Madrid busca un símbolo para enseñarse, a Londres lo que le sobran son candidatos. Aquí no hay encuadre perfecto en la Puerta del Sol ni convence gran cosa la de Alcalá, pero a los londinenses les vale con tener niebla para sacar un buen plano; ya no digamos si salen parques o monumentos (les quedan bien hasta las cabinas).
Una postal posible de todas las que hay en el Támesis es Piccadilly Circus, la plaza estrecha y ruidosa donde confluyen cien calles y anuncios de mil colores. Tráfico y consumismo unidos junto a turismo salvaje, y ni así. Seguimos yendo a mansalva a sacarnos fotos con Eros, que pasa más bien desapercibido entre tantas cosas, pero sigue teniendo sus fans. Lo cierto es que con tanto lío se le han menguado hasta el nombre y la identidad, pues era Anteros en un principio; no el dios patoso que apunta a donde no debe, sino su hermano, artífice de amores correspondidos.
El Piccadilly de siempre en una imagen de fecha indeterminada, probablemente a finales de los 80 o principios de la siguiente década. En su lugar, el Ayuntamiento quería ésto.
Fuese porque el amor movía al filántropo y noble al que se dedicó la estatua, o puede que por la prostitución masculina (la zona era un hervidero a finales del XIX), la imagen se convirtió en un símbolo, aunque con tal trasiego, pronto quedó eclipsado. Resulta que en una esquina sin edificios nobles encabezada por el Cafe Monico se colocaron anuncios con luminosos desde principios de 1910, de forma que aquello pasó de estrategia publicitaria a ser una seña de identidad.
Quizás eso fuese capitalismo en estado puro, pero aún había una opción mejor. La esquina valía su peso en oro, y desperdiciarla con luminosos no era bastante para los inversores. Por qué no hacer una torre nueva en aquel solar? Con oficinas, grandes comercios y plusvalías; podrían ponerse hasta más anuncios si hacía falta.
La idea la planteó Jack Cotton, un especulador de Birmingham que se forraba reconstruyendo barrios que la Luftwaffe había reconvertido en saldos tras la cercana guerra mundial. Se adjudicó unos cuantos en poco tiempo y también la manzana norte de Piccadilly, recientemente ocupada por un anuncio de Coca-Cola. Corría el año 54.
Al Great London Council la idea de un bloque enorme en la plaza le pareció genial, por eso en 1959 fue presentada una torre de 13 plantas y más de 50 metros con oficinas, tiendas y luminosos en la fachada.
Dos nuevas vistas del proyecto que John Cotton quería construir en el solar de los edificios con luminosos. El ayuntamiento del Gran Londres dio el visto bueno en 1959.
El mamotreto no le hizo gracia a los londinenses, por eso el Ayuntamiento pensó a lo grande: por qué no remodelar la zona? Después de todo, había muchísimo tráfico, y con tanta gente no era muy cómodo circular.
La solución pasaba por derribar edificios viejos y levantar unas cuantas torres, así la de Cotton no desentonaría. Lord Holford propuso una el doble de alta en el lado sur de la plaza: 132 metros en vez del Teatro Criterion. Para evitar problemas circulatorios, los peatones irían por pasarelas hasta una plaza elevada a varios metros sobre los coches, en un scalextric como el de Atocha, pero más caro.
La idea estuvo en el aire hasta 1972, cuando fue reemplazada por otra que proponía tres torre octogonales de hasta 70 metros en los solares que ocupaban los carteles publicitarios, el Trocadero y de nuevo el Teatro Criterion, al que querían echar abajo de cualquier forma. Un concejal de Westminster llamado Cubbit llegó a declarar que esperaba el derribo para acabar cuanto antes con la decadencia de Piccadilly, al que consideraba «poco más que un sector chabolista y desaliñado con luz de neón»*.
Plano del scalextric peatonal que propuso el arquitecto Lord Holford en 1967. Al igual que otros proyectos surgidos más tarde, se acompañaba de torres y del derribo de edificios antiguos como el Teatro Criterion.
Sin embargo, a los ciudadanos les encantaban esas chabolas y la atmósfera de la plaza, de modo que sus protestas paralizaron los planes para cambiarla. En mayo de 1979 se descartaron definitivamente las fantasías maximalistas con grandes torres y pasarelas, siendo aprobada la actuación menos invasiva, que consistió en peatonalizar varias calles y dejar el resto como hasta entonces.
De esta manera, se conservó por los pelos la imagen de Piccadilly Circus con luminosos, edificios antiguos y su carácter de centro neurálgico, manteniéndose como el punto de encuentro y turismo que sigue siendo hasta hoy. Por el camino, la estatua de Anteros ha cambiado de orientación y de emplazamiento, pero es un precio aceptable en comparación con lo que pudo pasar si hubiese triunfado, también en el centro de Londres, la fiebre desarrollista de los 60.
Imagen reciente de Piccadilly, donde conviven leds y edificios antiguos.
*»little more than a down-at-heel, neon-lit slum».
*En la imagen principal, cabecera del reportaje «Goodbye, Piccadilly» (1967), del programa documental para cines «Look at life». En él se da por hecha la reforma total de la plaza.