Dicen que a los primeros mods no les interesaban las broncas, el sexo, la música o el alcohol. Se limitaban a presumir de ropa y a admirarse a sí mismos en los cafés y las sastrerías del West End y el Soho, los nuevos puntos de encuentro que desplazaban a los estadios y pubs de la periferia.
Ya solo por eso, este pequeño grupo de jóvenes proletarios que a principios de los 60 eran conocidos aún como modernistas, se merecen un hueco en la historia. Desde luego no debió de ser fácil cambiar las formas tradicionales de ocio por una atalaya de narcisismo elitista que ponía en entredicho su masculinidad y su relación con la sociedad.
Por supuesto, había un punto de transgresión calculada en ello, y esto es la base de todas las subculturas, aunque no era el primer intento en este sentido. Tan solo unos años antes, los teddy boys habían mostrado a la rígida sociedad inglesa que un simple obrero podía vestir como si hubiese un millón de libras en su cartera y que si a alguien no le gustaba, podían tratar el asunto a golpes. Sin embargo, los mods cambiaron la violencia por el refinamiento y el orgullo de clase por un hedonismo insolente con el que pretendían mostrar su rechazo hacia el mundo que les tocó vivir.
Su referencia eran los dandys del XIX como Beau Brummel, todo un enfant terrible que supo hacer de la irreverencia un modo de vida con el que auparse al sistema antes de ser devorado por él. Un mal presagio quizás, pero hermoso. El resto era secundario.
Para desgracia de estos dandys obreros sin vocación de proselitismo, su estilo cuajó hasta convertirse en mayoritario. Ver el Soho a mediados de los 60 tomado por cadenas de ropa que divulgaban la imagen mod hasta hacerla accesible para cualquiera, o a enjambres de mods pegándose en Clacton mientras vestían de forma idéntica debió de ser un duro golpe para esos primeros adolescentes repelentones que se gastaban su escaso dinero en ropa tan exclusiva que luego temían mancharla en caso de gresca, por eso no la buscaban y no bebían cerveza sino café.
El estilo hard mod es una mezcla de elementos de las culturas mod y skinhead
En cualquier caso, hacia 1966 lo mod era la esencia del Swinging London, una etiqueta odiosa para estos pioneros por lo que tiene de popular, pero dorada para la subcultura mod en conjunto, salvo que hayamos decidido impostar un purismo beatnik que queda bastante lejos en tiempo y espacio y que por tanto le sienta mal a cualquiera (o casi).
Entre medias, la música negra, los scooters y las anfetas habían servido de acelerantes para pasar del cenáculo originario de café y sastrería al main stream de Carnaby Street y jaleo en las playas. De Wardour a Brighton en solo un lustro y con algunas aportaciones nuevas por el camino: así se formaron los mods.
Sí que hay consenso en que a partir de entonces (pongamos el año 67) la cosa se fue de madre y derivó en algo nuevo. La psicodelia, el Flower Power, el misticismo y la India hicieron más por destruir a los mods que todo el purismo junto, y en pocos años los estampados histriónicos y las camisas Nehru proliferaron igual de rápido que el pelo largo, el amor fraternal y el ácido. Los hippies habían llegado desde la esfera burguesa para arrasar la elegancia, y de nuevo tendría que ser la juventud obrera la que viniese al rescate volviendo al origen. Nacían así los hard mods, o al menos eso dice la historia. Pero, realmente sucedió así?
Lo cierto es que el concepto de hard mod resulta muy útil para explicar el paso de mod a skinhead a finales de los 60, pero es un término que se acuñó a posteriori precisamente con este fin, y por lo tanto no designa a una subcultura diferenciada. Carece de rasgos propios salvo la cronología (1967-69), aunque ningún mod que haya vivido esa época se siente incluido en dicha etiqueta.
Lo que sí refieren mods coetáneos como John Waters (con frecuencia etiquetado como hard mod) es la existencia de dos perfiles de mod diferentes: los chicos normales a los que les gustaba seguir la moda (y sí, ser mod era una), y los llamados gang mods, macarras de barrio (entre los que se incluye el propio Waters) encuadrados en bandas que se repartían el territorio y negocios como las drogas y el robo. Ambos seguían las tendencias estéticas y musicales de aquel momento, lo que en la primera parte de los 60 significaba ser mod y escuchar R&B. En este sentido, la música negra representaba para los jóvenes un pasaporte a la transgresión, un mundo casi prohibido en el que ellos eran los negros y los adultos la autoridad blanca contra la que rebelarse.
En otras palabras, en la Inglaterra de los 60 hasta los más macarras se hacían mods, por eso esta subcultura incorporó aportes nuevos como la violencia y un look más sport formado por pantalones Levi’s y polos Fred Perry, acorde con la realidad de jóvenes encuadrados en firms de hasta 200 miembros dispuestas a pelear para defender sus fronteras, pubs y clubes de referencia e incluso exportar el terror cuando salían fuera, como en las visitas a ciudades costeras como Margate o Brighton.
Ni tan atildados como los mods, ni tolerantes con la psicodelia. La evolución hacia los skinheads estaba en marcha.
Poco que ver, a priori, entre los mods primigenios y los de reformatorio, institución clave para la juventud obrera que traspasaba los límites, a la que años más tarde le cantaría Sham 69 en “Borstal breakout”.
Sin embargo, hay datos que ponen en entredicho el mito de los mods primigenios consagrados a una mera competición estética y demuestran su fascinación por la violencia y el gangsterismo como forma de transgresión social.
En una fecha relativamente temprana como 1962, la revista Town entrevistaba a Mark Feld, futuro Mark Bolan y ace face de un grupo de mods del norte de Londres. Aunque en sus declaraciones no lo menciona, el joven Bolan se hacía ropa a medida en Bilgorri, un sastre de referencia para los gangsters del East End entre los que destacaban los gemelos Kray, iconos del Swinging London.
Cómo podía un adolescente de 15 años costearse aquello? Sencillamente, recurriendo al delito, según consta en la biografía escrita por Mark Payntress. Aunque Bolan solía curarse en salud alegando que nunca había hecho daño a nadie, la mera participación en este tipo de actos implica una visión muy concreta de la violencia y de la forma de subvertir las normas sociales.
Es cierto que Bolan no era uno de los primeros mods, pero 1962 es una fecha lo suficientemente temprana como para que resulte difícil creer que solo 3 o 4 años antes, chavales de su misma edad, origen social y geográfico, y por lo tanto valores, tuviesen una opinión diferente respecto al uso de la violencia. Cuesta creer que, en un grupo de chicos de barrio familiarizados con ella, sus líderes la obviasen del todo.
Aunque no es descartable que hubiese mods ajenos a este perfil, ya sea por sus vivencias o personalidad, es casi seguro que la mayoría de faces lo eran precisamente por ser capaces de defenderse o de guiar a otros y no solo por su refinamiento. En este sentido, quizás los primeros mods fuesen realmente como Marc Bolan, mientras que la idea del mod primigenio seguidor del jazz vanguardista, influenciado por el existencialismo y bebedor de café sea tan solo un estereotipo inspirado por el dandismo y los beatniks, figuras que, al igual que otros referentes como los hipsters, también han tenido siempre un cierto cariz mitológico.
Quizás esos mods prístinos no hayan existido nunca porque no era posible que los hubiese, al menos no en cantidad suficiente para cuajar y servir de influencia a otros. Para ello deberían tener unos rasgos más próximos al común de los jóvenes de su entorno, que de otra forma los verían como marcianos… o afeminados, precisamente una de las características con las que solía denigrarse a los mods y que, al menos en la Inglaterra de los 60, no era la mejor forma de ser respetado en los barrios.
En cuanto a los hard mods, qué sitio ocupan en todo esto? Depende de cómo queramos verlo. Si buscamos un eslabón perdido con los skinheads o una subcultura diferenciada, fracasaremos. Pero si los entendemos como una actitud concreta dentro de la cultura mod, si somos conscientes de que los mods eran una subcultura obrera y que, como tal, buscaban compaginar la elegancia con la violencia inherente al medio en el que vivían, entonces comprenderemos que siempre ha habido mods dispuestos a dominar dos registros al mismo tiempo: la dureza del mundo obrero y, con una ingenuidad fascinante, el refinamiento burgués que los excluía.
En lugar de hard mods, lo que hubo fue una transición hasta los skinheads en la que la influencia mod era más que evidente.