No soy aficionado del CSKA, ni del Levski. Aunque los seguidores del Partizan, mi equipo, tiran más hacia el CSKA por ser los dos clubs del Ejército, nunca he tenido muy claro que los amigos de mis amigos sean mis amigos, y más cuando, como es el caso, se trata de una cuestión de alianza entre hooligans. Esos vaivenes no me conciernen, y desde luego nunca me tomaría en serio un vínculo que los propios interesados se encargan de matizar: de siempre Grobari ha dicho que su hermandad se limita al PAOK y al CSKA, pero el de Moscú. En cuanto a Sofía, les une una relación libre, que es como llamas a aquellos vínculos que te interesan poco.
Bulgaria tampoco ha sido nunca una referencia fuerte. Para mí se limita a Dimitrov y Stoichkov, dos cracks cada uno en lo suyo, pero sin más. La selección que llegó a las semifinales en el Mundial del 94 y las historias de reyes de la Edad Media en guerra constante contra los bizantinos completan mi base teórica sobre el país. De aquellos años de facultad recuerdo dos episodios: a un rey terrible llamado Krum, famoso por derrotar al emperador griego Nicéforo y usar su calavera a modo de copa, y al basileus bizantino que se encargó de vengar a su antepasado, un tal Basilio II. Conocido por el apodo de Bulgaroktonos, el matador de búlgaros, es más famoso por los que no mató. Tras derrotarlos en una batalla a principios del s.XI, mandó cegar a todos los prisioneros menos a uno de cada cien, al que dejaban tuerto para que sirviese de guía al resto en su camino de vuelta a Bulgaria. Cuando el zar Samuel vio llegar esa comitiva, le dio un ataque y murió en el acto.
Por suerte hoy Bulgaria no tiene nada que ver con esto, y es algo que se agradece, pues sobran historias convulsas por estos lares. Sin ser la ciudad más monumental del mundo, puedo decir que Sofía enamora. Es una de las ciudades más bonitas que he visto en bastante tiempo, y eso que sus highlights turísticos se limitan al combo clásico de iglesias varias y mausoleos, pasando por edificios públicos de estilos típicos. En todo caso, en este sitio son lo de menos: lo que impresiona es la ciudad normal, con bulevares preciosos por todas partes, casas bonitas a la francesa, o a la austríaca, o al gusto de los burgueses del XIX, que es un estilo internacional con empaque que pega con todo y endulza la vida. Las calles abarrotadas, con muchas tiendas y ambiente que invita a quedarse. Creo que es esto y no las postales lo que hace agradable a un sitio, y en el caso de la capital de Bulgaria, el no tener grandes reclamos para el turismo de masas la pone a salvo de la devastación. Por el momento. Crucemos los dedos.
El derby fue la excusa; Sofía, el descubrimiento. En la imagen, catedral de San Alexander Nevski.
A aquellos otakus del comunismo y sus tips urbanísticos, Sofía puede saberles a poco, pero mejor. Creo que hay topicazos respecto a esto que a veces producen empacho, pero daré rienda suelta a esta idea otro día. En todo caso, dos pildoritas: el monumento a los soldados soviéticos y el museo de estatuas defenestradas tras la caída del comunismo pueden matar el vicio. Este último sitio es un tesoro escondido: está lejos, no hay mucho contenido y no hay nada para indicar que existe. Es un olvido deliberado que encaja bien con los tiempos en la Bulgaria actual.
Y el fútbol? No se jugaba un partido? Vaya que sí. Por nombre no impacta mucho: todos sabemos del CSKA, aunque sea por que se llama como los rusos y por Stoichkov (una vez más), pero su archirrival en el derby nos deja fríos. El Levski suena a Tercera y a Guerra Fría, a equipo del Este de esos que no conocen ni los especialistas, por eso dicen sin mucho acierto que son un rival muy físico del que no conviene fiarse cuando nos toca en competición europea.
Pues nada que ver con la realidad, al margen de cuál sea su estado físico y si son correosos. El caso es que ambos rivales se reparten casi al 50% los títulos de Copa y Liga y también los aficionados (en la capital al menos), de forma que si alguien pensaba que esto eran un monólogo del CSKA, estaba tan despistado como yo mismo cuando esperaba ver burek en las panaderías. Que tras varios siglos de dominación turca los búlgaros no incorporasen ese manjar de manera masiva a su dieta es una oportunidad perdida, a mi modo de ver.
Con un reparto tan igualado, el derby pintaba mejor por momentos, y más conociendo que a nivel grada y hostias (que es lo que cuenta) los hools del Levski le habían pintado la cara a los otros bastantes veces. Estas disputas tan niveladas auguran partidos calientes, y en efecto así fue.
Continuará…