El retrato robot del humano promedio empezaría así: punzante y contradictorio. Asiste a diario a una sesión continua de estímulos a los que reacciona vehementemente, dejando su impronta, buscando diferenciarse, negando la paridad. Acaso ha existido unanimidad en algo?
En medio de este proceso creativo (llevar la contraria es un ejercicio de estilo) son necesarios antagonistas. Sin un espejo sería imposible tener una imagen propia que sirva de molde para juzgar la de los demás. Surgen así los rivales.
Ayer el baterista de Blur decía en una entrevista que el derby de los 90 con sus vecinos de Oasis tenía mucho de teatrillo jugoso para ambas partes. Nada que no supiésemos en su momento. El cotilleo da ventas, ya sea por medio de archirrivales heroicos o en forma de vino y amor. Este es un caso del primer tipo, el más común en la prensa seria o de nicho, aunque después bajo cuerda no hagamos ascos a las noticias del otro tipo.
Y hablando de tipos y de noticias, también Nicolás Maduro resucitó otro derby que trae cola, aunque puede que menos que antes. El caso es que el líder bolivariano, consolidado de carambola gracias al perfil bajo que lo encumbró y a los vaivenes mundiales inesperados; el caso digo, es que Maduro lloró amargamente la derrota de Venezuela en el reciente Mundial. No, no hablamos de fútbol (hay vida además de eso), sino de Miss Universo, el auténtico evento cumbre de la galaxia, al menos visto desde Caracas.
En una final ajustada, la abanderada yankee ganó a los puntos a la venezolana, resucitando en los derrotados la sombra alargada del fraude.
– Nos han robado Miss Universo – espetó el líder Maduro como el que llama a recuperar las Malvinas.
Puede que esté en lo cierto, no seré yo el que defienda la transparencia de los torneos de cualquier tipo, pero el recurso a los trucos del poderoso entre bambalinas es una excusa fantástica que cubre todo y no necesita ser demostrada. Quizá por eso es de agradecer la franqueza del baterista de Blur valorando a Oasis como una parte fundamental de su éxito. Quizá por eso Maduro invoca a su archienemigo ahora que la distancia lleva al olvido.
No subestimen al enemigo. Al enemigo, lo que haga falta.