A casi tres años vista de su comienzo, hablar de COVID y confinamiento suena a estribillo recalentado, y aunque aún colean las mascarillas como vestigio, la cuenta atrás para su último baile no oculta que la pandemia murió de hartazgo.
La temporada inicial fue gloriosa, con tonos apocalípticos y la tensión en alto: soldados movilizados, discursos presidenciales… Fue tanta la expectación creada, que las carencias en cuanto a guión y atrezzo se compensaron con unas ganas tremendas de aprovechar el instante. I want to believe, que diría el otro.
Pasado el primer impacto, la trama se fue desfondando, pues más allá de la gestión sanitaria, no había mucho de donde sacar, toda vez que de dramas humanos ya vamos servidos regularmente. Por eso las series hablan de polis o crímenes, y no de administrativos haciendo horas extra.
Jugada la carta de las segundas partes con enemigos aún más malévolos, la saga fue relevada desde el prime time hasta las cadenas por cable sin ser cancelada del todo, y así se mantiene hasta ahora, con esporádicos lanzamientos de nuevas secuelas directas para formato vídeo.
En medio de todo esto, otro serial irrumpió con fuerza y sirvió de puntilla: la Guerra de Ucrania tiene ingredientes tan palatables que no hacen falta amor ni destape, a menos que concedamos al tal Zelensky el papel de su vida como “la novia de América”, un título que tiene más de honorífico por los servicios prestados que de saber hacer sobre el escenario.
Como parece que habrá temporadas para bastantes años, los nuevos capítulos incluyen tramas de corte clásico pero efectivo. Aparte de resolver de un plumazo cuestiones candentes como lo es la inflación, los avezados guionistas no dejan nada al azar e incorporan algunos brochazos de otras series de culto. Sin ir más lejos, la del COVID, a quien han copiado su utilidad como mecanismo para un control más férreo del ciudadano random. Resulta que ahora Alemania sopesa recuperar la mili sin que se sepa muy para qué, pues hasta los rusos han demostrado poco entusiasmo en cuanto a la conscripción forzosa, y eso que son los protagonistas.
El caso es que justo cuando empezábamos a acomodarnos al libre albedrío de ir por la calle a cara lavada, aparece en el horizonte una prescripción nueva en forma de uniforme completo y de camuflaje. Los nuevos capítulos ya no tendrán como malos a polis de balcon desalmados, sino a sargentos chusqueros venidos a más a los que alabaremos gritando “Oh Capitán, mi Capitán!”.