Fundada en 1952 por el tenista británico más laureado de todos los tiempos, poco se puede añadir sobre esta marca que no se haya dicho ya. Icónica para distintas culturas urbanas de diferentes épocas, sus prendas se han convertido en un clásico.
De origen obrero, Frederick John Perry tuvo que romper los tabús de la clasista sociedad británica para poder dedicarse al tenis, un deporte hasta entonces reservado a las élites. Por ese motivo, fue recibido con hostilidad por el público de su propia ciudad y por sus rivales en el torneo de Wimbledon, en el que participó por primera vez en 1929. Este hecho le llevó a instalarse en los Estados Unidos, en cuya sociedad, más abierta, decía sentirse más cómodo.
Tras la ruptura con su país, en el que nunca volvió a residir, adoptó la nacionalidad norteamericana e incluso llegó a servir en la Fuerza Aérea estadounidense durante la IIª Guerra Mundial.
Fue el primer tenista mediático en aunar triunfos y sonados romances que lo hicieron asiduo en la prensa del corazón, pues se lo relacionó con actrices del Hollywood más dorado, entre las que destaca Marlene Dietrich. No solo fue el primer ganador de las cuatro pruebas del Grand Slam, sino que su peculiar estilo surgido del tenis de mesa (del que fue campeón mundial en 1929) fue imitado durante décadas en las escuelas y clubes tenísticos de toda Inglaterra.
Ya retirado, con un palmarés que lo convirtió en un mito, Fred Perry se asoció con Tibby Wegner, un ex-futbolista de origen austríaco, para fundar una marca de ropa orientada a la práctica de deporte. Tomando como referencia a René Lacoste, se especializaron en la producción de polos en cuyo logotipo se entrelazan los clásicos laureles de la victoria.
Pronto los jóvenes británicos reivindicaron la nueva marca por la calidad de sus prendas y por el origen obrero de sus fundadores, lo que las convirtió en un icono para culturas urbanas como los mods y, posteriormente, los skinheads, rude boys e incluso los punks.
Así continúa siendo hasta hoy.