Hileras interminables de casas bajas dan forma a las urbes inglesas desde hace siglos, intentando evocar un origen idílico que disimule las consecuencias de la industrialización.
Esos chalés adosados que a veces no pasan de infraviviendas emplean como materia prima el ladrillo visto, un material innoble pero seguro, eficaz en sus planteamientos y en cómo llevarlos a cabo; analogía de un pueblo que reinventó el mundo, pero no supo elevarlo a la categoría de arte.
Y sin embargo, la casa inglesa que se expandió hasta ocultar la campiña no estuvo por siempre ahí, aunque tampoco es tan joven como las chimeneas bajo las cuales rugían hornos para fundir acero y telares mecánicos.
En un principio, hasta las áreas más comerciales del Londres que desbordaba el Támesis se edificaron con vigas de roble y tablas, madera en definitiva que se se cubría a dos aguas con techos de paja.
Baratas y rápidas, las casas también eran sostenibles en una época donde ésto importaba poco, solo que el fuego las devoraba tan fácilmente que la única solución para detenerlo era tirar los barrios que hubiese cerca para que hiciesen de cortafuegos.
Pasaba cíclicamente que las ciudades ardiesen como una tea, aunque ninguna tanto como Londres durante el Gran Incendio. Corría el año 1666.
Desde barrios obreros al mítico 10 de Downing Street, el ladrillo visto recorre la fisionomía urbana de toda Inglaterra. Antes del Gran Incendio, la madera mandaba en la construcción.
Resulta que un panadero de Pudding Lane, una calle cercana al río, olvidó apagar un rescoldo, de modo que su vivienda fue la primera víctima, matando por el camino a una de sus sirvientas. El resto de la familia se puso a salvo y luego vino la autoridad, pero mientras se debatía si derribar las casas vecinas, un vendaval del este llevó el incendio hasta los barrios antiguos del centro.
Lo consumió parcialmente durante días, hasta que al cuarto había arrasado dos tercios de todo. No se salvó ni la futura catedral de San Pablo, entonces tan solo iglesia y uno de los emblemas locales. Poco se puede decir de las víctimas, salvo que se contaron menos de las que hubo.
Sí que quedó registro (bastante exacto) de las cuantiosas pérdidas materiales, que en lo tocante a inmuebles, rondó las 14 mil casas. Con la mayor ciudad del país arrasada, se contempló la tragedia como una oportunidad: ahora el vacío podría llenarse partiendo de cero.
Área quemada en el Gran Incendio sobre un mapa del Londres de 1666. Ardió la gran mayoría de la ciudad amurallada y una zona importante al oeste.
Así surgieron planes impresionantes, proyectos nuevos de ordenación urbana que iban desde la innovación al plagio, con referentes más bien explícitos y cierto aroma francés e italiano.
No pudo ser, al final. Las prisas y el interés de los propietarios (en última instancia, el dinero) hicieron que se tirase por el camino fácil: las casas serían reconstruidas siguiendo el trazado previo a las llamas. Solo San Pablo salió ganando de forma clara, más por la voluntad política que por asuntos de religión (en eso los anglicanos eran bastante tibios).
Quedan para la historia varios proyectos que nos enseñan lo que pudo ser y no fue, los varios Londres posibles que no surgieron tras un incendio del que al final se culpó a los católicos.
Tirando de pragmatismo (una constante británica), los dirigentes del Londres-Fénix no pudieron innovar sobre sus cenizas, pero sí evitar que volviesen a producirse. Desde ese instante, se construyó en ladrillo cualquier edificio posible. La nueva imagen de Londres se expandió por la isla y perdura hasta nuestros días.
La reconstrucción de la basílica de San Pablo se convirtió en el proyecto estrella de la ciudad.
-Proyectos de reconstrucción de Londres.
1-Rectángulos religiosos de Richard Newcourt: La mas rectilínea y piadosa de las propuestas establecía un plano en damero con una iglesia y un cementerio (sic) presidiendo cada manzana. Tanta monotonía no convenció en Inglaterra, pero sí fue aplicada en el plano de Philadelphia y otras ciudades americanas. Eso sí, sin tumbas en cada cuadra.
2-Canal de peaje de Valentine Knight: No era tan cartesiano ni pío, pero sí igual de monótono que el plan anterior, con calles formando manzanas largas con predominio de dirección este-oeste. A modo de circunvalación, el capitán Knight propuso un canal de peaje cuyos ingresos contribuirían a reedificar la ciudad. A Carlos II no le hizo gracia esta visión de negocio en medio de la tragedia y lo encerró en la Torre de Londres.
3-Plano en cuadrícula de Robert Hooke: Atribuído al topógrafo Robert Hooke, la autoría de este proyecto no está totalmente verificada. Su idea era homogénea y sencilla: bloques del mismo tamaño formando pequeñas manzanas, salpicadas por cuatro plazas comerciales grandes e iglesias por todos lados. En el recuadro inferior del plano aparecen marcadas con una c.
4-Avenidas italianas de John Evelyn: Nacido en una familia burguesa dedicada a la producción de pólvora, su riqueza le permitió viajar por Italia y Francia, donde captó las ideas que reflejó en su proyecto para reconstruir Londres.
5-Visión parisina de Christopher Wren: El arquitecto que reconstruyó San Pablo y la convirtió en catedral tenía también un plan para el resto de la ciudad del Támesis. Al igual que el proyecto anterior, se inspiraba en París y Roma hasta el punto en que vertebró las calles más importantes entorno a espacios denominados piazzas. Gustó mucho, pero se iba de presupuesto.
Finalmente, ningún proyecto de ordenación fue aprobado. Los edificios fueron reconstruidos sobre sus bases y el Londres de siempre volvió a brotar.