Si el vídeo no mató a la estrella de la radio, ningún avance ha podido con el vinilo. El disco para gramófono diseñado por Emile Berliner a finales del XIX logró imponerse al fonógrafo y los cilindros de cera del imbatible Edison, que padeció entonces una de sus escasas derrotas.
Distribuido en distintos formatos según la época, hasta el presente han llegado dos, de 7 y 12 pulgadas y predominio según lo que haya dictado el mercado, oscilante entre singles para tomar ahora y LP’s para sobremesa. En los inicios, otros tamaños hicieron historia, quedando las 5 y las 10 pulgadas por el camino.
Dos imágenes que dan idea del tamaño del vinilo de 4″. En la primera, al lado de uno de 7″.
Y qué decir de los años 60, la Edad de Oro de tantas cosas. Fue un tiempo nuevo para la música, el diseño y las subculturas, toda una revolución cultural, sin inicial mayúscula o Libro Rojo que la defina. En ese instante, el vinilo era el cauce perfecto, más peligroso aún que la imprenta. Qué le faltaba para medrar?
El consumismo de aquel momento imponía un formato pequeño, 7″ que contenían lo justo por poco precio, clave para el consumo masivo; pero podría pedirse más. Entonces aumenta el minimalismo, la monodosis, el take away al extremo en una sociedad individualista: se exige un formato más reducido. Y entonces apareció Philco.
La empresa de Philadelphia, que había colaborado con el Proyecto Mercury de la NASA y que suministraba radios para los coches Ford, lanzó un invento moderno, pero no tanto como parece. Volvió al formato minúsculo del principio, reduciendo aún más el diámetro de sus discos. En vez de 5″ como en el XIX, lanzó un vinilo de 4″. Su precio, 69 centavos o 39 peniques de 1967.
La publicidad del HP Philco hacía hincapié en su supuesto carácter portátil. Ni el reproductor ni el propio material y formato del disco lo hacían recomendable.
Complementó la oferta con un catálogo interesante de éxitos y reproductores portátiles… o casi, pues entre las virtudes de este formato no está la movilidad. Por pocas pulgadas que fuesen, ni el disco era tan flexible, ni era cómodo llevarlo en ningún bolsillo, al menos no en uno normal. Y qué decir de la escucha móvil. En serio pensaban que oirían vinilos sobre la marcha?
Siendo sinceros, no. Incluso sus ingenieros sabían que el bautizado como «hip pocket record» no ofrecía ventaja alguna, pese a que ocupaba algo menos. Aaron Z. Synder, que participó en el proceso de gestación, resume el problema en tres puntos:
1-No era portátil.
2-No era compatible con otros formatos debido al diámetro de su agujero central.
3-Los singles lanzados en 4″ no estaban de actualidad. Por bueno que sea un tema, si no está en las listas, será un fracaso para el consumo masivo. Peor aún: será terrible si estaba en las listas del año anterior.
Empresas como Americom lanzaron máquinas de vending con discos de 4″ pret-a-porter, pero a pesar de contar con artistas como Chuck Berry o The Doors, su catálogo no era el más adecuado.
El propio Synder añade que Philco ofreció un tocadiscos con radio AM y brazo extensible para tocar vinilos de hasta 12″, lo cual era un reconocimiento implícito de su falta de fe en el proyecto.
Así las cosas, ni los acuerdos con discográficas como Atlantic o artistas como Ottis Redding, The Doors o Chuck Berry sirvieron de nada. El HP nació muerto, y la publicidad alabando su coqueto tamaño no pudo hacer nada por evitarlo. En solo dos años desapareció de un mercado copado por el cassette.
R.I.P – 4″ HP Record (1967-68)