Los mods son la cultura urbana por excelencia del Londres efervescente de los 60, una época vibrante y audaz cuyos patrones estéticos se han convertido en clásicos de ámbitos tan diversos como el diseño, la ropa o la música en general. Su impronta ha sido tan fuerte que son el origen de otras culturas también relevantes, como los skinheads e incluso los casuals, cuya filosofía hedonista y estetizante comparten a pesar de tener con los mods una filiación más tenue que los skins.
Al igual que ocurre con el resto de culturas urbanas, los mods surgen como una respuesta espontánea y elaborada a la vez con la que jóvenes de clase obrera pretenden solucionar los problemas que implica su condición social. Precariedad, subordinación, rutina o falta de expectativas eran el panorama común a buena parte de los obreros de todo el mundo, pero la juventud inglesa trató desde los años 50 de construir a su alrededor universos nuevos con reglas alternativas. No fueron únicos ni pioneros, pero sí los creadores de ciertos códigos que duran hasta el presente.
En ese sentido, los teddy boys de inspiración eduardiana son anteriores a la eclosión de los mods, y aún antes que ellos, los scuttlers del XIX ya perturbaban a sus mayores poniendo sus convenciones patas arriba. Podemos decir por ello que juventud y cultura obrera siempre han sido los ingredientes básicos de la producción contracultural, pero no fue hasta los años 60 del s.XX cuando sus consecuencias llegaron a ser globales y duraderas. Nunca hasta entonces una cultura no dominante había alcanzado esas cotas, de ahí que los mods sean pioneros en cierto modo.
Los Teddy Boys fueron una de las primeras culturas urbanas contemporáneas.
Hay dos factores que explican la difusión planetaria de la cultura mod, algo desconocido hasta aquel momento. Uno es la expansión mundial del capitalismo, con todo lo que ello implica en términos de consumo. El otro, la aparición de medios de comunicación de masas como televisión o revistas baratas que incluyan fotografías. Juntos dan forma al fenómeno de la globalización, la forma de irradiación cultural más potente de nuestro tiempo.
Partiendo de estas premisas, es el momento de dar respuesta a las preguntas relacionadas con el origen de la cultura mod. Por qué la elegancia es su seña de identidad? Cómo aparecen los rasgos que los definen? De nuevo los barrios obreros de la Inglaterra de los 60 esconden unas respuestas no siempre evidentes a simple vista.
-Trajes, velocidad y música negra: esquemas nuevos para triunfar.
La creación de héroes idealizados es un mecanismo básico de reafirmación cultural. Su ejemplo no solo marca el camino a sus seguidores, sino que constituye una síntesis ideal de valores, procedimientos y metas de aquellos que se proyectan en dichas figuras. En otras palabras, los héroes son aquello que quisiéramos ser, y su hybris o desmesura nos muestra los traumas y miedos que nos acechan.
Para la juventud obrera de la Inglaterra de los 60, a la precariedad y exclusión social se unía el rechazo que la cultura paterna suele causar en sus hijos. Ahogados por la inquietud generacional y la rutina de sus trabajos poco cualificados, pronto tomaron conciencia de su papel gregario en el contexto de un mundo capitalista abocado al consumo. Para sobrellevar mejor esta subordinación, algunos jóvenes proletarios optaron por diseñar mundos propios con reglas más favorables.
En el caso de la cultura mod, sus señas identitarias fueron elegancia, hedonismo y una violencia desafiante dirigida contra el sistema. Analizar estos rasgos por separado permite entender a los modernistas en su conjunto.
La velocidad conectaba el hedonismo mod con las ganas de innovación
El rasgo más claro de cualquier mod es lo cuidado de su apariencia, que afecta no solo a la ropa, sino al peinado u otros detalles que ayudan a definir su estilo. Trajes de corte italiano, ropa entallada y pulcritud llevada al milímetro sientan las bases de un aspecto exterior impecable. La razón de esta afectación, en principio alejada de sus orígenes proletarios, no es otra que la asunción de ciertas reglas de la cultura dominante referidas a urbanidad y estilo. Después de todo, vivían en un contexto burgués y urbano en el que aspiraban a prosperar, por mucho que la clase hegemónica pusiese piedras en su camino,
Sin embargo, limitarse a aceptar las normas ajenas perpetuaría su subordinación sin más, por lo que mediante un mecanismo antropológico denominado bricolage, asignaron significados nuevos a elementos culturales tan conocidos como los trajes caros o ciertos cortes de pelo. Para sorpresa de sus mayores y jefes, los jóvenes mods los desafiaban reelaborando sus códigos de apariencia, a los que daban significados alternativos que aquéllos no comprendían. Con cierta sorna, parecían decirles «aquí tenéis vuestras normas, mirad lo que hacemos con ellas». Tomando las armas de su enemigo, lograron un mecanismo de autodefensa que ya habían probado los teddy boys y otros grupos con anterioridad.
Es el momento de que entre en juego otro de los rasgos propios de la cultura mod, un hedonismo irritante y extremo que con frecuencia llevaba al desacato y a la violencia. Los mods no solo eran coquetos, sino competitivos en lo tocante a estilo. Innovadores y desdeñosos con sus mayores, hacían apología de una modernidad que fue la que les dio nombre. Esta obsesión por diferenciarse les llevó, paradójicamente, a adoptar los mismos gustos de una juventud hegemónica cuya lejanía geográfica y cronológica la convertía en inofensiva. Hablamos, como no, de la idealizada juventud norteamericana, cuyos referentes hipster y beatnik jugaron un papel tan importante en lo tocante a música (jazz, soul y música negra en general) como en lo referente a la estética, donde resulta fundamental la inspiración en el mundo universitario (ver estilo Ivy League).
La cultura negra jugó un papel clave en la definición de los rasgos mod
Por último, los chicos obreros del Londres más suburbial no podían de forma alguna renunciar a su dosis legítima de violencia. El mundo burgués los fagocitaba, no iban a quedarse de brazos cruzados. Para los mods, la violencia se materializaba no solo en peleas grupales y una agresividad latente, sino que tomaba la forma de una actitud general de bravuconería y viejos patrones de masculinidad en los que velocidad (scooters) y drogas estimulantes (anfetaminas) jugaban un papel primordial.
Y si hablamos de violencia y necesidad de héroes, el Londres de los 60 ofrecía dos arquetipos que los elegantes chicos de barrio copiaron para repulsa del orden establecido. El primero de estos referentes eran los gangsters del East End, mafiosos de barrio de origen social idéntico al suyo, cuya actitud agresiva les había llevado a triunfar en un mundo con reglas marcadas por otros. Aquí los hermanos Kray se convirtieron en referentes solo igualados por sus homólogos norteamericanos, que conocían gracias al cine.
El otro modelo, también tomado del ámbito proletario, eran los jóvenes rude boys jamaicanos. Más marginados incluso que los obreros ingleses, capeaban el temporal de exclusión social y económica con una receta de drogas y puñetazos que entusiasmaba a sus pares blancos. De ellos tomaron también la música y ciertos rasgos de estilo, dando origen a un vínculo cultural al que dieron continuidad más tarde los seguidores de la cultura skinhead.
Vestidos con elegancia y la mente puesta en el fin de semana, los mods se armaron eficazmente para aguantar los embates del día a día, sin duda más deprimente que el mundo efímero y refinado en el que ellos eran los héroes.