Tyson Fury ha escrito esta madrugada un capítulo tan clásico de boxeo que nos ha sorprendido a todos, como si fuese imposible que en un combate entre dos acabase ganando uno de ellos. En su primera pelea contra Deontay Wilder quedó la duda, pues acabó en empate que supo a victoria y que elevó aún más el morbo de una revancha a costa de estropear un récord inmaculado para los dos. Marciano sigue mandando.
Ayer Fury llegó a Las Vegas con su aire de eterno aspirante con todo por demostrar, con su traje de antihéroe a medida, con su imagen de bonachón y maldito, con circunstancias que rodean su yo hasta eclipsarlo y que, en el fondo, le hacían ya vencedor pasase lo que pasase.
Y pasaba que tenía enfrente a Deontay Wilder, que no daba ya tanto miedo como al principio porque en su primer combate lo tuvo a raya, pero que aún era un tipo temible con vocación de asesino. Al menos eso decía para asustar, que quería redondear sus títulos matando a un adversario en el cuadrilátero.
Pero las circunstancias de Wilder también se fueron haciendo públicas en medio de tanto trash-talking y de entremeses de medio pelo para aumentar la temperatura, y el resultado fue que el asesino de Tuscaloosa en realidad no era tal, sino un padre coraje que había compaginado hasta tres trabajos para salvar a su hija de una enfermedad crónica. Por eso fue camionero, obrero y subproletario, por eso el adolescente reconvertido en padre aprovechó su genética para ganar más dinero que nadie y entró por la fuerza en el boxeo a una edad en la que otros ya eran profesionales. Por eso, en definitiva, no era un virtuoso en el arte del pugilato, si es que tal cosa existe, sino un hombre desesperado que derribaba oponentes del mismo modo que otros preferían las cornadas al hambre.
Visto de esta manera, el teatrillo de la subida al ring fue solo eso, parafernalia de la que gusta a tantos de los que llegan a lo más alto desde lo hondo y que espolean los que se encuentran detrás. Visto de esta manera, hasta el combate fue lo de menos aún siendo a lo que todos habían ido.
Y contra todo pronóstico, Fury vapuleó a Wilder. El bombardero invencible que casi contaba sus apariciones por KO’s no tuvo siquiera ocasión de rendirse. Desde su esquina lo hicieron por él tirando la toalla en el séptimo asalto, mucho más tarde de lo debido para un combate que estaba acabado desde el tercero.
Y qué? A cambio Wilder demostró que era humano y que en boxeo, como en cualquier deporte, importa más lo que lo rodea. En el caso de Fury es una historia de superación clásica contra sí mismo. En el caso de Wilder, la superación se centrará ahora en lo deportivo, pues hemos sabido que en el resto no tiene rival.