Torremolinos, finales de los 80, un día invernal de esos en que una espesa bruma genera tal intensa humedad que cala hasta los huesos y tapa el negocio del siglo: el sol. Ese sol que da nombre a la costa, nuevamente rediviva gracias al “moderneo”. Me encontraba cerca de la estación del “tren de la costa”, cuando un grupito de chicos cubiertos de ropajes negros me hizo gestos y cuando me tuvieron cerca, uno de ellos me saludó como si me conociera de toda la vida y dijo: “You suedehead, you suedehead”. Pensé en la guisa de que yo iba y me dije que sí, que bien podría serlo, y que si me invitaban a unas cañas pues que yo me empadronaba como suedehead si hacía falta. Y así fue, corrieron las birras, más por el lado de ellos que del mío porque bebían como beben los guiris. La cuestión era que a estos jóvenes británicos les había extrañado encontrarse en la Costa del Sol a alguien vistiendo con sus mismas pintas, abrigo crombie con su pañuelito, pantalones sta prest y botas Dr. Martens (cosas más fáciles de conseguir ahora que entonces). Pero lo que les había dejado de piedra es que no hubiera sol. Les expliqué, “with my poor english”, que no siempre hace sol por aquí y que a veces incluso llueve, y mucho. Eso sí que les dejó estupefacto. Yo estaba pasmado en otro sentido: realmente “ellos” existían. Ciertamente, no se oía hablar mucho de esto por entonces, pero algo se oía; que sí eran skinheads elegantes o algo así, que si esto y que si aquello. ¡Eran reales! Y ellos mismos se denominaban suedeheads y eran verdaderos señores con puestos de trabajo en la administración inglesa. Realmente existen.
Barcelona, años 90, la ciudad camaleónica, un verdadero emporio de modernidad e inmoralidad a partes iguales que la hacía irresistible. Por ella pululaba la fauna más diversa, donde perdías el miedo provinciano y te disfrazabas sin problema. En uno de sus fenomenales y bizarros clubs tenía al lado un damero danzante, que llevaba “one step beyond” la estética del 2tone. Vi a un pedazo de chica rubia, lo de pedazo va por la estatura, enfundada en el crombie más largo que haya visto (a lo mejor era otro tipo de abrigo, no lo sé) y que casi le llegaba a los tobillos. Me acerqué a ella y resultó ser layetana, a pesar de parecer una imponente noruega; le pregunté (recordando el encuentro en “Torroles”) si era una suede y me contestó que no, que era una skinhead y que si quieres arroz, Catalina. Tardó poco en quitarme de en medio con los espasmódicos movimientos con que ejecutaba la música ska, no hizo falta ni Flit.
Madrid, ciudad de encuentros, algún año de este jodido siglo XXI de cuyos dígitos no logro acordarme. Cuando ya prácticamente había tirado la toalla y daba como cosa casi imposible el dar otra vez con mis hermanastros, se me apareció la virgen. Lo tenía delante mía. Un chaval de la misma guisa que los que encontré en el sur. Me acerqué a él y, rememorando el fiasco en Barna, le pregunté si era skinhead. Me miró ofendido y negó con la cabeza. ¿Suede? -me atreví a preguntar. Él asintió, usando la cabeza de nuevo. Luego al fin abrió la boca y bufó: “¿Skinhead?” No era una interrogación, era un aserto, la expresión de una ofensa. Aquel chico no fue muy hablador (y eso que era compatriota) y tampoco hubo cerveza como la otra vez, pero me sirvió para decirme a mí mismo una vez más: son reales, existen y con conciencia de ser lo que son. Por entonces sabíamos más de estas cosas (al menos los que queríamos saber). Afortunadamente, porque el chaval no soltó ni prenda, aunque ciertamente a mí el siglo me había dejado algo cansado a esas alturas como para plantearme muchas cuestiones.
Y aquí terminan mis escasos testimonios personales y empieza el enigma. De los suedes no se ha escrito mucho y lo que se ha escrito no es muy preciso o, peor, se les condena al ostracismo cultural; de ahí que es habitual leer que nunca llegaron a ser una subcultura propiamente dicha. Creo que se les niega tal cosa porque los skins también usaban abrigos crombies, pero sólo de noche (como la chica de Barna, creo), mientras que los suedes se apropiaron de estas y otras prendas elegantes para lucirlas durante todo el día. Aunque haya algo de verdad en eso, me resulta absurdo, como la conocida teoría de que pasaron del 1 al 4 en la máquina Wahl y esto le daba a la cabeza la impresión de ante o gamuza de donde les viene el nombre subcultural, cuando ya veremos que tal cosa no era exactamente así. En general la información (oficial o popular) que hay respecto a ellos es muy poco aproximativa. La canción “Suedehead” de Morrissey no guarda relación alguna con mis hermanos expósitos y lo mismo ocurre con el film Bronco bullfrog, que en absoluto detalla cómo vivían pues, entre otras cosas, la película es de 1969. Tampoco estaba muy acertado Richard Allen con su novelita Suedehead, donde se sugiere que no fue más que un cambio de estilo para que la policía no les reconociese, dado que la figura skin guardaba relación con serios altercados. A Allen le debemos el concepto que generalmente se tiene sobre los suedes; viral, por cierto, y la confusión que rodea a todo esto. Lo que olvida este autor y otros que tal bailan, es que estos chicos llevaban una vida radicalmente diferente; se trata de algo de mayor calado que el hecho de ponerse elegante para encajar mejor en la sociedad. He tenido la iniciativa de escribir esto para demostrar que es así y, por otra parte, porque veo que quienes han tratado este tema lo han hecho de pasada y no se han detenido en los detalles. Los tratados socio-antropológicos tan sólo hablan de las culturas juveniles de la posguerra y en cuanto a los ensayos pop (por llamarlos de alguna forma) llegan hasta los punks, pero ni siquiera en el índice alfabético aparece el término “suedehead”. Yo no es que tenga la verdad en la mano. Nada de eso, mi única defensa es lo que he tenido que traducir del inglés y el tiempo que llevo acariciando la idea de escribir este artículo, sin dejar de estar al loro en lo que los doctos llaman “el estado de la cuestión”.
Un chico suedehead tal como yo los vi delante de mí, con un elegantísimo crombie ligeramente entubado, unos jeans recortados y unas smooth boots
Algunas respuestas académicas que te dan la esperanza de verlo ya todo claro, enmarañan más la cuestión y meten todo en la misma cesta: skin, suedehead, smoothies, hard mods, rude boys… Con lo cual nunca se pueden ver claras las diferencias. La verdad es que ya de por sí la cuestión de las subculturas es confusa y lo sabemos bien; someros detalles abren abismos entre unas y otras, y todo es cuestión de apropiación y pequeños significados estéticos que se defienden acérrimamente, como pude comprobar en Madrid. Mi hipótesis, si queréis saber de una vez qué son los Suedeheads, es que no se trata de una adecuación o ramificación de los skinheads, sino que habría que remontarse al fenómeno de los Hard mods. Es un nombre postizo aplicado tardíamente. Su aparición se debe en parte a efectos geoclimáticos: el clima de Londres fue en general más suave en los años 60, razón por la que los mods originales podían lucir ropa más ligera. A finales de esta década y principios de la siguiente, el clima se recrudece y los inviernos pasan a ser más fríos, así como las primaveras se volverán más frescas. Por este motivo el nuevo mod, que será llamado alternativamente hard mod y gang mod, lucirá prendas de abrigo (por lo general de¾) tales como los citados crombies, los abrigos largos de piel de oveja vuelta (llamados McClouds) y los frasers, por citar algunos. El fraser, doy fe, más que abrigo es un refugio, o esa es la sensación que me da con su pelo de borrego dentro y la forma en que se cierra en caja. Tanto la vestimenta, como su pelo muy apurado, patillas largas (hasta el lóbulo de la oreja o hasta la barbilla) y su famosa raya en medio serán características que también encontraremos en los protagonistas de este artículo, aunque no en todos ellos. Pero lo que sí es cierto es que los nombres se confundirán de cara al público, quizás porque ambos son nombres que como el de skins, no han sido creado por ellos. En los últimos años de la era mod londinense empiezan a aparecer tipos con indumentarias y pelados muy básicos (nada que ver con los costosos peinados mods), botas de caña alta, etc. Tipos de comportamiento brusco que serán el germen de los llamados hard mods y también de los skinheads.
Es un verdadero lío, ¿verdad? No me extraña que los ingleses buscaran términos generalistas como “crombie boys” o “boot boys” y así acabar con este follón.
Hard mods, una subcultura violenta que será el molde del que saldrán los suedes, con los que tendrán muchas más similitudes que con los skinheads
¿Qué tiene de especial la subcultura de que hablo? Mejor dicho: ¿qué disimilitudes y rasgos posee para poder ser llamada así. Nacida en la primera mitad de los años 70 del pasado siglo, con los suedes no se puede hablar estrictamente de “cultura juvenil” porque además de chavalería podían encontrarse treintañeros, cuarentones y quien sabe qué más. Que “fueron skins que tiraron para lo mod”, aseveración que puede leerse aquí y allá, se desmentirá muy pronto. Hablemos de su aspecto. Para empezar eso del cambio del 1 al 4 es una chorrada; no era raro ver a individuos con el pelo más largo. No volvían del revés los bajos de los pantalones, sino que compraban pantalones que les llegasen a los tobillos, fuese del tipo que fuese; en el caso de que no los encontrasen (lo que ocurría mucho con los jeans), los recortaban por abajo, como puede verse en la primera foto. Sin llegar a ser acampanados, les gustaban los pantalones un poco más abiertos de cómo se habían llevado en los 60. Las camisas podían ser de cuadros o lisas, e incluso de chorreras. Pusieron de moda prendas que suelen atribuirse a los mods, como la chaqueta harrington o la donkey jacket. Usada ésta por los obreros ingleses, tenía (y tiene) refuerzos de cuero o de vinilo en los hombros y es relativamente cálida. Para combatir el frío, no sólo se embutían los cacareados crombies -un abrigo de lana, normalmente de color negro, creado en Escocia y con una larga historia- sino también peacoats (abrigos marineros), blazers de lana, trajes cruzados, etc.
Luciendo pelados que no son los precisamente “prescritos” para ellos, sobre todo el más mayor, que parece estar hablando por el móvil
Debajo de abrigos y chaquetas podían llevar chalecos o suéteres con dibujos geométricos y por supuesto pañuelos, bufandas, etc. Recordemos que era una época de frío. En cuanto al calzado, aparte de las mencionadas smooth, cuyo estandarte ondean las clásicas Dr. Martens, les gustaba mucho calzar Royal’s, que son botas brogue (picado inglés) con una caña excepcionalmente alta. Me encantan. Daría lo que fuera por unas. Se llevaban también los zapatos loafers, a veces en forma de botín exagerando un poco el tacón. Había quienes calzaban monkey boots, pero eran los menos. En cuanto a las “Sorts”, que así se hacían llamar las chicas suedes, su estilo era por completo opuesto a sus compañeros masculinos.
La música define a cada subcultura, o eso he oído alguna vez. En un principio a esta de que hablamos les gustaba el ska, el rocksteady, el soul y el R&B; más tarde abrió sus gustos a los frutos de temporada, siendo el glam rock uno de sus géneros preferidos, pero no el glam de Bowie o T. Rex sino el que se combinaba con hard rock, del que son ejemplos las bandas Slade, Sweet y Mott the Hoople. No hacían ascos tampoco al glam australiano. Con el tiempo algunos se acercarán al Northern Soul. No quiero decir con esto que estos dandis se transformaran en esos bailarines sudorosos, de axilas a la vista, que pululaban por el Wigan Casino. Que se sepa no; lo único cierto es que les llegó a apasionar esta corriente musical. Empezando la segunda mitad de los años 70, el rollo suedehead parecía estar de capa caída, pero a finales de esta década, y principios de la otra, con el ska revival y la aparición del Oi!, volvió a resurgir para luego someterse a revivals sucesivos o a simplemente un continuum.
Hay cierto factor social que supondrá, aparte de las bajas temperaturas, un rasgo único en esta singular gente. Tiene su origen en la regresión económica de los 70. Mientras que en la década anterior las cosas pintaron mejor y adolescentes sin formación alguna accedían a empleos de categoría inferior (dependientes y chicos de los recados, etc.), ahora el trabajo, por su escasez, requerirá más cualificación. Por ello, los suedes acabarán siendo trabajadores de cuello blanco; es decir, no obreros sino semiprofesionales tal que encargados de ventas, oficiales de burós e incluso ayudantes en empresas de farmacopea. Resulta curioso que, mientras preparaba este artículo, me topara con una noticia reciente donde se aseveraba que la escasez actual del Reino Unido revive los fantasmas de la década de 1970. Esos fantasmas no serán exorcizados hasta que la Thatcher no soltara los trastos de matar.
Si hablamos de lo social, puedo subrayar que los suedeheads eran muy sociales. No formaban pandillas territoriales como los hard mods, sino les gustaba pasear de dos en dos, de tres en tres, etc., o acompañados de sus sorts. Se dice de esta subcultura que no era particularmente violenta. No se sabe seguro tal cosa. Lo único cierto es que algunos usaban el paraguas como arma defensiva, afilando su contera. Con tanto paro, los tiempos eran muy inseguros. De todos modos, toda subcultura es un desafío, aunque ese desafío consista únicamente en vestir de forma diferente al “establishment”, demostrándole originalidad.
Sorprendidos por la cámara mientras paseaban por los muelles: novio suede y novia sort
Hemos visto varios aspectos que marcaron el sino de esta subcultura, como el climático y el sociológico. No olvidemos otro que yo llamaré geológico. Mods y skins fueron subculturas exclusivamente londinenses, aunque el tiempo y los revivals los llevaron de aquí para allá y haya ocurrido que, si en algún punto geográfico desaparecen, en otro están en plena efervescencia. De los suedeheads, sin embargo, se puede decir que surgieron simultáneamente en varios puntos de Inglaterra, pero también en Irlanda del Norte y en Escocia. He leído que fue (¿fue?) una subcultura nacida en la metrópolis pero que luego se desarrollaría en Bristol y otras ciudades del sur. Lo primero es que no estamos hablando de plantas endémicas sino de personas. Lo segundo es que, aunque eso sea cierto, no se contradice conque de facto sus “semillas” cayeran aquí y allá al mismo tiempo.
Otra cuestión aparte sería la de los Smoothies. Surgieron a mediados de los años 70 y se supone que serían una evolución de los suedes, aunque otros dicen que de los skins e incluso un retorno a los mods. Su nombre -impuesto para variar- no tiene que ver con batidos de fruta y se supone que hacía alusión a su pelo largo y suave que dejaban crecer hasta los hombros, pero es muy posible que también se refiriesen con este nombre a su carácter más “suave”, más “fácil”. El vestuario se acerca al estilo georgiano, con trajes estampados a lo príncipe de gales, pata de gallo, motivos del Op-art. Su elegancia, sumada a su pelo largo, hacía que los smoothies pasaran desapercibidos para los medios de comunicación y encajaran más en la sociedad y en la estratificación laboral. Sólo son teorías, por supuesto.
Algunos smoothies en el estadio. Impecables por su vestimenta, se dejaba sentir a contracorriente algunas influencias del glam
De los smoothies no se volvió a hablar o simplemente se extinguieron, que yo sepa, tal vez fueran únicamente un fenómeno del momento (qué buena excusa para no detenerme más en ellos). Fue mucho más duradero el movimiento suedehead. Con un nombre creado por los medios de comunicación, o bien por el british medio, con el tiempo lo adoptaron, tal como pude comprobar personalmente.
Dos suedes cuarentones trasegando cerveza nada menos que en el Soho de Londres. Parecen estar más vivos que nunca en este jodido siglo XXI
José Leandro Ayllón.